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11 de abril
Barcelona 05:30
Circulábamos rápido por las desiertas calles de una Barcelona que consumía las últimas horas de la madrugada. Casi como fantasmas, los dos monovolúmenes negros se desplazaban deprisa, sin pausa. Uno la sombra del otro, el otro el reflejo del uno. Idénticos por fuera, sería imposible decir si estaban ocupados o vacíos.
Nos adentramos en la zona industrial cercana al puerto. Recorrimos unas pocas avenidas entre naves y entramos en una de ellas. Sin ningún letrero en la puerta daba la apariencia de estar abandonada.
Entramos directamente a una pequeña sala. Una mesa, cuatro sillas, dos puertas y un espejo. Era como las típicas salas de interrogatorio de las películas. Pero esto no se trataba de ninguna película.
Con nosotros entraron los cinco hombres que asaltaron nuestra casa.
- Por favor, tomen asiento. - nos dijo el que parecía el jefe del grupo.
Paula y yo nos sentamos. Los cinco hombres permanecían de pie, como esperando a que entrase alguien más en la habitación.
Se abrió una de las puertas y durante un instante pudimos percibir el bullicio al otro lado. Se vió una sala a oscuras en la que cientos de pantallas mostraban gran cantidad de información. Al menos pude distinguir a gente hablando en cuatro idiomas diferentes.
A través de la puerta pasó un hombre de mediana edad, ojos claros y pelo cano. No era muy alto, pero su forma de moverse le hacía parecer más grande de lo que realmente era.
- Inspector, estos son el señor López y la señorita Fernándes. - nos presentó el lider del grupo.
- Perfecto teniente, ¿algún problema en la operación? - tenía un ligero acento inglés, pero su castellano era bastante correcto.
- Bueno ... tuvimos que reducir al señor López. Lo habíamos subestimado y Arnaud se llevó la peor parte.- dijo señalando al hombre que le había roto la nariz.
- Oh my god! - exclamó - Arnaud, vaya a que le curen eso.
El inspector se sentó al otro lado de la mesa. El teniente a su lado. El resto de hombres abandonaron la habitación.
Paula fue la primera en hablar.
- Supongo que es usted el que nos va a dar explicaciones.
- Efectivamente señorita Fernándes. - le respondió con amabilidad - Antes que nada les pido disculpas por haberles traído hasta aquí en estas condiciones, pero era necesario.
- ¿Necesario? - pregunté yo
- Sí señor López, aunque no se lo crea estaban ustedes en peligro. Mire.
De una carpeta marrón sacó la foto de un hombre con la cara ensangrentada. Tenía un orificio en la cabeza.
- ¿Conoce a este hombre? - me preguntó el teniente.
- Pues no, ¿quién es? - le contesté
- Se llama Eric López, como usted, y trabaja su misma empresa.
En ese momento debí palidecer. El corazón me empezó a latir con fuerza. Intenté decir algo.
- Pero... pero, sí, sí, lo conozco, alguna vez me llegaron mails que iban dirigidos a él... Pero a parte de eso no lo había visto en mi vida.
- Como pueden imaginar, está muerto.
- Pero, ¿qué tiene que ver eso con nosotros? - preguntó Paula
- Ese es el motivo de que les hayamos traído aquí. Ustedes dos están en peligro.
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martes, 11 de mayo de 2010
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