domingo, 26 de septiembre de 2010

Decisiones equivocadas

Si has llegado hasta esta página de casualidad y no sabes de que va te recomiendo que empieces por el principio.


11 de abril
Barcelona 8:30

Paula y el teniente se habían ido al aeropuerto. Iban a llevarla a casa de sus padres en un pequeño pueblo de la costa portuguesa. Decidimos que allí estaría segura, y como aún le quedaban unos días de vacaciones, nadie sospecharía.

A mí me tenían reservado otros planes. Íbamos a jugar al ratón y el gato con el tal J.

Salimos del escondite de la Interpol en el mismo monovolumen negro en el que había llegado hace unas horas. Ahora me acompañaba todo el equipo que había entrado en mi casa, a excepción del teniente.

Había amanecido y la ciudad comenzaba la rutina de un día cualquiera. Para los miles de personas que entraban y salían de Barcelona todo era
igual. Para mí todo era diferente. Me había visto envuelto en algo que me superaba. Iba en un coche blindado rodeado de la élite de las policías europeas pero, para mi desgracia, cualquiera de estos 4 hombres podría ser un infiltrado. Alguien dispuesto a matarme a la mínima ocasión.

Y yo tenía que confiar en que los otros 3, que no sabían de la existencia del topo, estuviesen lo suficientemente atentos para evitarlo. La verdad, no estaba dispuesto a comprobarlo...

Paramos en un semáforo en plaza Cerdà. La ronda del Mig estaba empezando a saturarse como cada mañana. En la acera había un tipo hablando por teléfono. A su lado su moto con el motor en marcha.

Era mi oportunidad.

Desabroché mi cinturón despacio, sin hacer ruido.

- ¿Qué miras? - me preguntó el italiano.

- Esa puerta está mal cerrada.

- Pero si la cerré yo, ¿cómo va a estar mal cerrada? - refunfuñó.

- Tú mismo, pero si la abre alguien desde fuera no será culpa mía.

- Santa madonna ... - dijo mientras abría la puerta para volver a cerrarla.

- Ciérrala de una vez que va a cambiar el semáforo. - dijo el que conducía.

Abrió la puerta con desgana, pero antes de que la volviese a cerrar solté mi cinturón y aparté su brazo. Le salté por encima y salí del coche.

Sabía que tenía unos segundos de ventaja hasta que pudiesen salir tras de mí. En dos zancadas llegué a la acera.

- NECESITO TU MOTO!!! - le dije al hombre que hablaba por teléfono.

- Pero qué coño ... - exclamó el dueño de la moto antes de poder reaccionar.

Me subí a la moto. Metí primera y aceleré con fuerza. La rueda delantera se levantó dos palmos del suelo. En otro momento eso me haría tener más cuidado con el acelerador, pero no estaba para andarme con miramientos.

Estaba escapando de los hombres que tenían que protegerme porque alguno de ellos me quería matar. Era la situación más surrealista a la que me había enfrentado nunca. No sabía a dónde iba ni qué iba a hacer, pero sólo tenía una opción, tomar mis propias decisiones ... aunque fuesen decisiones equivocadas.

martes, 31 de agosto de 2010

En marcha

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11 de abril
Barcelona 05:40

Yo seguía desconcertado. Aún no entendía como habíamos acabado en esta situación por una estúpida fotografía. En aquella oscura habitación el tiempo parecía discurrir muy despacio, casi como en un sueño. Sólo la presencia de Paula me reconfortaba un poco.

Los dos hombres seguían relatando las hazañas del tal J. No leían ninguno de los cientos de folios que habían traído, ni falta que les hacía. Se los sabían de memoria. También conocían a la perfección las fotos y todo el material que tenían sobre ese hombre. Parecía que llevasen muchos años tras él.

Sus voces sonaban en mi cabeza pero no entendía sus palabras. Intenté prestar atención a lo que decía el inspector inglés ...

- En 2008 un vigilante de seguridad voló por los aires parte de una planta química. Descubrimos que pertenecía a varias organizaciones ecologistas radicales y había intercambiado mails con J. En ellos hablaban de una acción directa que cambiaría el mundo.

El año pasado una camarera envenenó a un alto directivo de una empresa tecnológica. Encontramos un diario en su casa en el que contaba como había entrado en contacto con J en una exposición fotográfica sobre la explotación infantil. Parece ser que habían quedado varias veces para hablar de cómo las empresas se aprovechan de la mano de obra barata de los países en desarrollo.
Cuando decidió asesinar al directivo parecía que J la alentaba, pero cuando le contó lo que había hecho, éste la reprendió y le propuso que se entregase a la policía. Iba a pasar muchos años en la cárcel pero se lo merecía por lo que había hecho.

- Se suicidó ese mismo día. - puntualizó el teniente. - O eso es lo que nos ha hecho creer.

El teniente nos miró y se incorporó un poco hacia adelante.

- Como ven, se trata de un hombre peligroso. Tanto por lo que hace como por lo que consigue que hagan por él.

- Efectivamente - continuó el inspector - pero creemos que hace algo más que eso. Tenemos indicios de que puede tener informadores en las principales compañías del planeta, dispuestos a robar información o a llegar mucho más lejos.

- Incluso estamos convencidos de que tiene un topo aquí ... en la Interpol.

El inspector se giró de inmediato hacia su subordinado. Le había cambiado la cara en un instante.

- My god Fernando, esa teoría es sólo suya!!

- Sí inspector, pero estoy a punto de demostrar que ...

PUUUMMMM!!!

El puñetazo en la mesa retumbó en la pequeña habitación. El inspector estaba exaltado.

- Teniente, no continúe. Ahora no podemos perder el tiempo en sus luchas personales. Tenemos cosas más importantes entre manos.

La situación se puso bastante tensa entre los dos hombres, pero la autoridad del inspector se impuso rápidamente. Se notaba que el teniente era un hombre habituado a recibir y hacer cumplir órdenes.

- Tiene razón inspector, ahora la prioridad es protegerles a ustedes. - se volvió hacia nosotros con gesto serio.

- ¿Pero cómo piensan protegernos si tienen un infiltrado ... ? - preguntó Paula.

- Olvídense de eso. Nuestros mejores hombres estarán encargados de su seguridad, no tienen nada de qué preocuparse.

- Hemos pensado que será mejor que se separen. Creemos que el objetivo principal es el señor López y sería estúpido por nuestra parte ponerla a usted también en peligro señorita Fernándes.

- Pero ... - intenté replicar.

- Por favor, confíen en nosotros.

- ¿Acaso tenemos otra opción? - replicó Paula

- Lo cierto es que no - contestó el teniente encogiéndose de hombros. - Así que lo mejor es que nos pongamos enseguida en marcha.



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jueves, 17 de junio de 2010

J

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11 de abril
Barcelona 05:32


- Sigo sin entender qué tiene que ver eso con nosotros - dijo Paula.

- Verá señorita Fernándes, este hombre está muerto no por llamarse como el señor López, aquí presente, sino porque lo confundieron con él.

- ¿Cómo? - exclamé

- Sí, señor López, iban a por usted.

- Pero, ¿por qué? ¿quienes? ... - miraba a los dos hombres sin comprender qué estaba pasando.

- Verá - dijo el inspector mientras sacaba otra fotogragía de la carpeta marrón - se puede decir que por ... esto.

En la foto se veía una pareja joven, al lado de una farola, en lo que parecía un puente. Era la foto que había hecho en París. En el puente de Alexander.


- Ahora sí que no entiendo nada. Está diciendo que ese hombre está muerto por la foto que hice.

- Podría decirse así.

- Es absurdo - replicó Paula - ¿por qué alguien iba a matar por una foto?

- Es un poco complicado de explicar ... lo importante no es la foto en si, sino quién sale en ella.

- ¿Y se puede saber quiénes son?

- Ella es Catherine de Beauvais, la única heredera de una de las familias más poderosas de Francia. Y también está muerta.

En ese momento se me debieron salir los ojos de las órbitas, ¿cómo una inocente fotografía había provocado ya dos muertes y tenía a la Interpol movilizada?

Miré a Paula. Ella seguía con gesto tranquilo, como si de uno de sus casos se tratase, se estaba haciendo una composición de lugar para saber como rebatir al contrario.

- Antes de que me vuelva a preguntar, déjenos continuar - se adelantó el teniente a la incisiva Paula.

- Gracias teniente. - continuó el inspector - Decía que ella está muerta, murió anteayer en un atentado en el metro de París.

Llevaba una mochila-bomba que estalló justo antes de llegar a la estación del Louvre. Por suerte su vagón estaba casi vacío y sólo hubo dos heridos más.

- Creemos que tenían planeada una masacre, pero algo falló y la mochila-bomba explotó antes de tiempo.

- ¿Cómo alguien de buena familia provoca un atentado en el centro de París? Sigo sin entender nada.

- Ya le dije que era un poco complicado ... a ver cómo lo explico, digamos que aquí el importante es él.

- ¿Él? - volví a mirar la foto y me fijé en el chico pelirrojo, tampoco parecía alguien capaz de planear y ejecutar un atentado.

- Sí, este hombre es el responsable de este y ocho atentados más en los últimos 5 años. Y esta es la primera y única foto que tenemos ... y el motivo por el cual están aquí.

- Este joven es uno de los terroristas más activos de Europa de los últimos tiempos. Pero que sepamos no ha matado nunca a nadie ... directamente.

- Creemos que es un mercenario que se dedica a hundir empresas contratado por alguna empresa rival.

- ¿A hundir empresas?

- Por ejemplo, en 2007 consiguió que una secretaria de dirección entrase en una reunión del consejo de una de las principales marcas automovilísticas alemanas y matase a cuatro de sus miembros. - sacó otra fotografía en la que se veían 4 cuerpos sobre una gran mesa de reuniones.

- Y después se suicidó. - continuó el teniente - En el caso de la señorita de Beauvais, su identificación como la portadora de la bomba hizo que las acciones de todas las empresas de su familia cayesen un 70%, en un día. Ahora mismo cualquier tiburón financiero podría hacerse con el control de cualquiera de esas empresas a un precio ridículo.

- Como les dije antes, tenemos 8 casos en 5 años, en todos el ... cómo se dice ... el "ejecutor" se suicidó durante o tras el atentado.
Este hombre - continuó el inspector señalando la foto - persuade a gente aparentemente normal y, de alguna manera, les convence para robar información o cometer asesinatos.

- Creemos que tiene preparación militar y en espionaje. Barajamos varias posibilidades, como que podría ser un hombre entrenado por el Mossad o la CIA. Pero todos niegan conocerlo. Es más, esta foto nos la ha proporcionado la CIA.

- Pero, ¿de dónde la han sacado? - preguntó Paula.

- La subí yo a internet. - contesté.

- Efectivamente señor López, se podría decir que la CIA monitoriza y procesa todas las fotografías que se suben a servidores americanos.

- Y alguno del extranjero - apuntilló el teniente con algo de sorna.

- Bueno, eso es lo de menos, el caso es que detectaron que en esta foto salía la señorita de Beauvais, y enseguida se pusieron en contacto con nosotros.
Intentamos averiguar quién es él, pero como no encontramos nada suponemos que se trata de nuestro hombre.

- Hasta hoy la única información que teníamos de él eran un par de mails, en los que siempre firma con una inicial, J.




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martes, 11 de mayo de 2010

Peligro

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11 de abril
Barcelona 05:30

Circulábamos rápido por las desiertas calles de una Barcelona que consumía las últimas horas de la madrugada. Casi como fantasmas, los dos monovolúmenes negros se desplazaban deprisa, sin pausa. Uno la sombra del otro, el otro el reflejo del uno. Idénticos por fuera, sería imposible decir si estaban ocupados o vacíos.

Nos adentramos en la zona industrial cercana al puerto. Recorrimos unas pocas avenidas entre naves y entramos en una de ellas. Sin ningún letrero en la puerta daba la apariencia de estar abandonada.

Entramos directamente a una pequeña sala. Una mesa, cuatro sillas, dos puertas y un espejo. Era como las típicas salas de interrogatorio de las películas. Pero esto no se trataba de ninguna película.

Con nosotros entraron los cinco hombres que asaltaron nuestra casa.

- Por favor, tomen asiento. - nos dijo el que parecía el jefe del grupo.

Paula y yo nos sentamos. Los cinco hombres permanecían de pie, como esperando a que entrase alguien más en la habitación.

Se abrió una de las puertas y durante un instante pudimos percibir el bullicio al otro lado. Se vió una sala a oscuras en la que cientos de pantallas mostraban gran cantidad de información. Al menos pude distinguir a gente hablando en cuatro idiomas diferentes.

A través de la puerta pasó un hombre de mediana edad, ojos claros y pelo cano. No era muy alto, pero su forma de moverse le hacía parecer más grande de lo que realmente era.

- Inspector, estos son el señor López y la señorita Fernándes. - nos presentó el lider del grupo.

- Perfecto teniente, ¿algún problema en la operación? - tenía un ligero acento inglés, pero su castellano era bastante correcto.

- Bueno ... tuvimos que reducir al señor López. Lo habíamos subestimado y Arnaud se llevó la peor parte.- dijo señalando al hombre que le había roto la nariz.

- Oh my god! - exclamó - Arnaud, vaya a que le curen eso.

El inspector se sentó al otro lado de la mesa. El teniente a su lado. El resto de hombres abandonaron la habitación.

Paula fue la primera en hablar.

- Supongo que es usted el que nos va a dar explicaciones.

- Efectivamente señorita Fernándes. - le respondió con amabilidad - Antes que nada les pido disculpas por haberles traído hasta aquí en estas condiciones, pero era necesario.

- ¿Necesario? - pregunté yo

- Sí señor López, aunque no se lo crea estaban ustedes en peligro. Mire.

De una carpeta marrón sacó la foto de un hombre con la cara ensangrentada. Tenía un orificio en la cabeza.

- ¿Conoce a este hombre? - me preguntó el teniente.

- Pues no, ¿quién es? - le contesté

- Se llama Eric López, como usted, y trabaja su misma empresa.

En ese momento debí palidecer. El corazón me empezó a latir con fuerza. Intenté decir algo.

- Pero... pero, sí, sí, lo conozco, alguna vez me llegaron mails que iban dirigidos a él... Pero a parte de eso no lo había visto en mi vida.

- Como pueden imaginar, está muerto.

- Pero, ¿qué tiene que ver eso con nosotros? - preguntó Paula

- Ese es el motivo de que les hayamos traído aquí. Ustedes dos están en peligro.


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martes, 27 de abril de 2010

Paula

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11 de abril
Barcelona 05:20


- Santa madonna, te ha dejado aún más feo de lo que eras. Jajajaja

- Calla, maldito spageti, ha sido mala suerte.

- Eres muy blandito francés, si el pobre patea como niña.

El gigantón rubio me miró por el retrovisor.

- Perdón ... pero pateas como niña.


Para aquellos 3 hombres nosotros sólo éramos un trámite, otra más de una infinidad de misiones. Y eso se notaba en su familiaridad, en la forma de hablar, pero sobre todo, en cómo nos ignoraban. Estabamos en el mismo vehículo pero parecía que estábamos a miles de kilómetros de distancia, casi en planetas diferentes.

- ... pobre teniente que tiene que ir con el polaco, vaya rollo que le estará soltando.

- Estará con sus estampillas de santos, como siempre ... no sé porque no es cura.

- Va intentar, pero lo echaron de seminario por problema con otro cura.

- Que pena que no se hubiese quedado ...

El gigante rubio conducía, a su lado estaba el hombre al que le había roto la nariz, que aún sangraba abundantemente. Paula y yo estábamos en la parte trasera, acompañados por un tercer hombre. Tenía un ligero acento italiano y no dejaba de sonreír.

- ¿A dónde nos dirigimos? - le espetó Paula.

- No se preocupe señorita Fernández, vamos a un sitio seguro.

- No es Fernández, es Fernándes, pero ¿cómo sabe mi nombre?

- Scusi señorita Fernándes. No se preocupe, ahora están a salvo.

- ¿Cómo que AHORA? - pregunté yo.

- Cuando lleguemos le darán todas las explicaciones que necesiten señor López. - me contestó zanjando la conversación.

Paula apretó mi mano. Yo la miré. Tenía el gesto serio y tranquilo de siempre. Asentí para que supiera que me había llegado su mensaje tranquilizador.

En aquel coche con dirección a algún lugar extraño, con 3 desconocidos armados, Paula era lo único que tenía.

Sus años como abogada le habían endurecido el carácter, había pasado por muchos clientes, por cientos, tal vez miles de casos. Había ganado muchos, pero los que no olvidaba era los que había perdido. Los afrontaba todos con pasión y siempre ponía lo mejor de sí misma.

Muchas veces se había negado a defender a clientes que sabía que eran culpables.

"A ese hijo de puta yo no lo defiendo, que lo haga otro. Tienes unos cuantos lameculos que se darán de hostias por defender a esa basura".

Cuantas veces le habré oído decir eso a su jefe. Y él siempre la intentaba convencer con lo mismo:

"Pero Paula, no seas así, ¿sabes la pasta que nos va a pagar?"

Entonces era cuando Paula lo machacaba:

"¿Y qué hago con mis principios Jose? ¿Me compro otros? ¿Como hiciste tú?"

No había respuesta para eso, Paula sabía que el mundo estaría mucho mejor sin indeseables en las calles, así que su jefe siempre claudicaba, porque sabía que ella era muy buena haciendo su trabajo, seguramente la mejor de la ciudad, y no la quería perder.

Si hubiese aceptado casos como esos su carrera hubiese sido otra. Tal vez seríamos ricos, o por lo menos viviríamos mucho mejor. Pero a mí eso me daba igual. A mi me gustaba tal como era: honrada, responsable, directa, dura cuando tenía que serlo, pero también dulce, cariñosa con los que la queríamos...

Ahora era yo el que apretaba su mano. Ella esbozó una sonrisa.

En este momento difícil era una suerte tener a mi lado a alguien como Paula.


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jueves, 15 de abril de 2010

Todo en su momento

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11 de abril
Barcelona 05:15


- Cariño, cariño, ¿estás bien?

La voz de Paula me llegaba desde muy lejos, como si me encontrase en el interior de un pozo muy profundo.

- Cariño...

- ¿Qué ha pasado? - fue lo único que fui capaz de decir. Me dolía todo el cuerpo pero especialmente los brazos y las piernas.

Estaba en el suelo, con Paula a mi lado y 4 hombres vestidos de negro rodeándonos. Todos iban armados. Otro de ellos estaba apoyado contra la pared, sangraba por la nariz.

Uno de ellos empezó a hablar. No era mucho mayor que los demás pero se notaba que era el que daba las órdenes.

- Sabíamos de sus conocimientos de artes marciales señor López, pero no esperábamos que fuese capaz de dejar fuera de combate a un agente de la Interpol. Enhorabuena. - sonrió con displicencia.

- ¿De la Interpol? ¿Pero de qué coño va todo esto? - Me intenté incorporar pero me fallaban las fuerzas.

- Tranquilícese ...

- Cómo quiere que me tranquilice si me acaban de freir como a una mosca, me cago en...

- No hay tiempo para explicaciones, por favor, vístanse y acompáñennos.

- No pienso ir a ningún sitio, pero que coño os habéis creído.

- Le repito que no hay tiempo para explicaciones, por favor, no nos obligue a usar la fuerza.

- No te jode, será que no la habéis usado ya.

- Tenemos que irnos. Señor Schwart, por favor, ayude a levantarse al señor López.

Cuando el gigante rubio se acercó a mí me quedó claro que no se andaban con bromas. Sus casi 2 metros impresionaban, pero el que me levantase del suelo usando una sola mano me advirtió que no era rival para él.

No era momento de discutir.

- Tendrán que dar muchas explicaciones... - refunfuñé.

- En su momento señor López, todo en su momento.


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sábado, 10 de abril de 2010

Descarga

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11 de abril
Barcelona 05:14

BLAAAAAM!!!

- Uh, ¿qué es ese ruido?

- ¿Ha sido aquí? No te levantes cariño que voy a ver.

Un murmullo de pasos se acercaba por el pasillo.

Cuando estaba casi a la altura de la puerta, ésta saltó en pedazos. Había cuatro o cinco luces al otro lado.

Paula gritó desde la cama, estaba aterrorizada.

Una de las luces entró primero.

- No le hagáis daño, lo queremos vivo!!

"¡¡Vivo!!" Esa palabra retumbó en mi cabeza durante una eternidad.

Casi sin tiempo para pensar la primera luz se abalanzó sobre mí. Respondí por instinto porque no recuerdo ni qué hice, pero noté como mi codo chocaba contra algo y como ese algo se rompía.

Le había acertado en la nariz.

El siguiente en pasar por la puerta me agarró de la muñeca. Me zafé y le lancé una patada para apartarlo, pero debía ser muy grande porque apenas lo moví unos centímetros.

- Apártate! - gritó alguien en la oscuridad.

Entre las luces algo brillante se lanzó hacia mí. Eran los proyectiles de un táser que se clavaron en mi cuerpo como los colmillos de una serpiente.

La descarga fue muy dolorosa.


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